Reflexión sobre el texto de Subirats.

 Eduardo Subirats demuestra una postura crítica a los Cultural studies en los Estados Unidos, pautado por el crecimiento del predomino estadounidense en el terreno económico, mediático y militar.

El autor Señala el contexto histórico de los estudios culturales, remontando a la ocupación estratégica del Caribe, en 1898, después de la guerra entre EEUU y España. Aun así, durante el siglo XX, hubo el florecimiento de intelectuales en Latinoamérica, tales como Darcy Ribeiro y Eduardo Galeano, que proponían una configuración de una América Latina integrada, en términos culturales, políticos y económicos, con estados capaces de promover una mejor distribución de riquezas. El contexto de la Guerra Fría, estos movimientos contribuyeron al surgimiento de “golpes militares internacionalmente amparados” (3). A pesar de haber mencionado la Revolución Cubana de 1959, me imagino que él se haya referido sobre todo a los Estados Unidos, que apoyó golpes militares en muchos países del continente durante el periodo.

Subirats menciona que el fin estos regímenes dieron lugar a las Constituciones democráticas. Una Democracia posmoderna global que sigue manteniendo las estructuras de dominación intactas. Concepto de cultura como sistema comercialmente subordinado, en que conglomerados mediáticos como Rede Globo y Televisa funcionan como sujetos formadores de opinión pública.

En este sentido, estoy de acuerdo con el autor. Como yo mencioné en la clase, Rede Globo produce, aparte de noticieros y periódicos, telenovelas, películas y series televisivas. Hoy en día, muchos de esos productos culturales denuncian problemas sociales, como el racismo en la sociedad brasileña. Sin embargo, la empresa ha estado históricamente alineada a los espacios de poder, apoyando, por ejemplo, el golpe militar de 1964. En la actualidad, tiene grupos políticos dichos liberales como aliados, que rechazan políticas públicas de inclusión, como la política de cuotas que hace posible que los estudiantes negros de capas sociales menos favorecidas ingresen a las universidades públicas brasileñas. Esos medios, por lo tanto, tratan de apropiarse del movimiento antirracista, y de vaciarlo, acomodándolo a sus intereses, de manera que no se cuestione la relación intrínseca entre la estructura socioeconómica actual y el racismo. Eso parece encajarse con su afirmación sobre los cultural studies, que “levantan la bandera de un liberalismo humanitario identificado con las llamadas minorías étnicas y que distinguen a indios u homosexuales como efectivos sujetos negativos, ni desentrañar  aquellos conceptos de deseo, naturaleza y comunidad que objetivamente condiciona su marginación estructural bajo el orden capitalista y el logos colonial ”(9).

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